lunes, 21 de diciembre de 2009

LA CASA DE MIS ABUELOS


La casa de mis abuelos
se columpia y se desgaja;
se arrodilla sin ventaja
de implorar en sus desvelos.
La casa tiene en sus suelos
las lejanas estructuras,
hoy repleta de aberturas
pues sus tablas no son fijas
y ya no tiene rendijas
sino ventanas oscuras.

Ni de frente, ni de lado,
ni al mirar su patio viejo,
encuentro el rostro perplejo
de aquel lugar encantado.
El tamarindo plantado
al fondo en la gallería.
La ciruela que tenía
al lado la de cereza.
Hoy solo queda tristeza
que ronda en su cercanía.

Un caserón negro oscuro,
lánguido que se resume
en el silencio que asume
su indolente y fiel futuro.
Dolor que ya yo me auguro
ante ese pueblo que he amado;
es como duele un costado
de esquina, de mis carreras,
de esas tiernas primaveras
que en ese techo he dejado.

Pero se queda sembrado
un poema a la deriva
como la esquina que hoy viva
sangra su herida y pecado.
Se queda el llanto grabado
en las tejas de sus pelos.
Bajo diferentes cielos.
Y el dolor dice:... !tal vez!
¡será como en mi niñez…
la casa de mis abuelos!.

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