viernes, 10 de septiembre de 2010

ELEGIA PARA MI ALMA


Dolor que lleva el peso de mi alma,
que no tiene piedad, con mi persona,
cuanta espina se adhiere a mi corona
postrándose en el huerto de la calma.
Es un lamento, que sin duda ensalma,
esta crueldad que arruga mis pañuelos,
los desamores, que con sus revuelos,
anidan en el centro de mi estancia,
derramando ese frasco de fragancia
que enturbia los celajes de mis cielos.

Hoy siento que no estoy... y estoy inerte,
ante el fuego encendido de una hoguera,
callo, suspiro, lloro en madriguera,
ante el vacío ciego e inconsecuente.
Se va la vida frágil y latente,
ausentándose pues de tanto alarde,
se va, no porque quiera ser cobarde,
es que no tiene fuerzas, ni alimento,
para empezar el triste y nuevo intento
evitando que el tiempo se retarde.

Los nardos y amapolas se desgranan
se quedan mustios en la verja antigua,
y el olor de la brisa ya amortigua
el extenso portal de donde emanan.
Las heridas de amores, ya no sanan,
en sus profundidades hoy sangrantes,
rebullen esos humos rutilantes
que dejan huellas como cicatrices,
de aquellas horas intimas felices
sujetas con recuerdos fascinantes.

Mi alma, lleva siglos de dolores,
siglos de sufrimientos, de agonías,
de abandonos y de melancolías,
dibujados en mi de mil colores.
Las causas de mi mal: los desamores,
pero aquellos de sangre compartida,
los que brotaron de mi propia vida
y a mi vida sin causa le apuntaron
cuando con la palabra ajusticiaron
la historia de esa infancia tan vivida.

Hoy que perezco aquí, bajo la sombra,
en un frío rincón al que me anudo,
trato de resguardarme en el escudo
del místico sillón que ya me nombra.
Nada me turba hoy, nada me asombra,
dejo partir de pronto todo aquello,
lo que me lastimó, lo que fue bello,
los seres que están cerca o muy lejanos,
los dejo, los libero, con mis manos,
y me voy como carta... con un sello.

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