martes, 2 de junio de 2009

AYER



Ayer derroché ternura
en la almohada de tu pecho,
ayer se endulzó mi lecho
de amor bueno que satura.
Anoche no hubo premura
ni repoches desafiantes;
tus brazos eran gigantes
lazos que me cobijaban,
y tus ojos centellaban
azules luces de amante.

Ayer tu mano y mi mano
acariciaban la calma,
de pronto gozó mi alma
bajo tu calor humano.
La noche fué un quieto plano
sobre sábanas dormidas;
hubo rosas florecidas
debajo de un regadío
y tu beso se hizo mío
como tuya fué mi vida.

Como anoche no hay ninguna,
noche tan radiante y bella,
mi mano alcanzó una estrella
y tú bajabas la luna.
Ayer, ¡qué noche oportuna!
para sentirme dichosa;
ayer me sentí una Diosa
cortejada sin medida;
ayer te entregué mi vida
y nuestro amor se hizo prosa.

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